David Moya muestra el valor de la música en el Café de Alba

Dom, 18/10/2015 - 20:35 -- Miguel Casas

Voy a revelar una historia que es a veces cierta y otras es verdad: con demasiada asiduidad suele pasar que las cosas más valiosas, aquellas que más queremos o aquellas que más podríamos llegar a querer, quedan soslayadas, arrumbadas o guardadas en algún oscuro y silencioso rincón lejos del alcance de la luz y del sonido, bien por nuestra falta de atención, bien por nuestra falta de sensibilidad.

Sin embargo, paradójicamente, aquellas cosas, que son entre todas las más valiosas, lejos de ajarse por nuestra falta de atención o de sensibilidad, siguen floreciendo día a día mientras que somos nosotros los que nos marchitamos por esa incapacidad para apreciarlas. Pues bien, anoche, en el Café de Alba tuvimos la suerte de presenciar una de esas cosas ciertamente valiosas: la música de David Moya.

Y es que este cantautor murciano, uno de los más prestigiosos y reputados de nuestra música, a pesar de haber desarrollado su carrera alejado casi siempre de los grandes focos, ha logrado florecer como cantante y compositor hasta dar a luz una de las trayectorias más sólidas y brillantes de la escena regional con seis discos editados, decenas de giras y proyectos comunes, y centenares de conciertos por todo el país.

Por eso, en la noche de ayer, cuando en el reloj dieron las diez, no pudimos sino encaminar nuestros pasos al Café de Alba para poner toda nuestra atención y sensibilidad al servicio del valioso David Moya. Y así, ante un público que ya aguardaba expectante llenando el pequeño salón del Café, el cantautor hizo acto de presencia a las 22:45h para ofrecer un repertorio basado en sus últimos dos discos, Las horas invisibles, de 2014, y Cinco manías de hombre solo, de 2011.

De esta forma, solo ante el auditorio y armado únicamente con su guitarra, Moya fue brindando canciones como De carne y hueso –con la que abrió el recital-, En mi mundo –certera descripción de la realidad del músico-, Café Siberia –preciosa balada en honor a las historias que nunca serán-, o Patas arriba –emocionante retrato de la intimidad abandonada-, para firmar una primera parte de concierto verdaderamente excelente.

Ya con Zona franca –cuidado medio tiempo con letra en clave de desamor-, llegaría la parte central de la velada. Una parte en la que destacaron canciones como Tu amante bipolar o Pisando charcos, ambas extraídas de Cinco manías de hombre solo, y que alternaron con otras composiciones sin disco aún como La madrugada –tema lento inspirado en el nacimiento de la primogénita del artista-.

Encarando la recta final del concierto, David Moya cambió de tercio para imprimir un aire más luminoso y optimista a la noche pintando unos Labios de naranja a su repertorio justo antes de tocar una de sus canciones más reivindicativas y sociales: la rotunda y rockera La calle es nuestra. Así, poco más tarde y ante el aplauso cerrado de los asistentes, el murciano acabaría poniendo fin a uno de esos conciertos que, al igual que los mejores perfumes, quizá solo puedan apreciarse adecuadamente en recipientes pequeños como el que ayer fue el Café de Alba. 

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