Con frecuencia tiene uno la impresión de que nuestra sociedad, cuando echa la mirada atrás y se compara con las que la precedieron, tiene de sí misma la firme convicción de ser la más moderna, abierta, civilizada y tolerante que haya existido nunca. Sin embargo, aunque esto pueda ser así, no quiere decir necesariamente que los individuos que la integramos hayamos alcanzado ninguna de tales características en plenitud.
En el caso concreto de la tolerancia, ¿cómo medimos si somos realmente tolerantes? Si ser tolerante no implica estar de acuerdo con todo el mundo ni que nos dé igual lo que hagan los demás ni tampoco tener en consideración exclusivamente a aquellos cuyas ideas coinciden con las nuestras, ¿entonces qué es ser tolerante? Pues para mí, y aplicado al caso que voy a referir, ser tolerante consistiría en aceptar la discrepancia como expresión de la libertad de pensamiento y, si se desea afrontarla, hacerlo, con argumentos, pero sin denostarla reduciéndola a la categoría de vil ofensa por la que esté justificado caer en el ataque personal, el desprecio, la censura o el veto.
Ocurre que el que les escribe -en general poco amigo de las polémicas- hace una semana se vio envuelto en una a raíz de una crónica que firmó sobre un concierto enmarcado en un concurso musical -ya empezamos mal, ¿verdad?-. En ella -lo reconozco- fui a concluir de modo poco habitual en mí, ya que no solo me expresé -podría decirse- veladamente en contra de la decisión del jurado, sino que además aporté una más que probable motivación para la misma, que encima no era estrictamente musical. Como consecuencia, adosado al anuncio de la crónica, en una red social, pronto apareció un comentario –digamos, un tanto incendiario- que nunca habría dado pie a este escrito de no haber incurrido -creo yo- en un ataque personal ni tampoco de no haber sido obra, precisamente, de un miembro del mencionado jurado: la señora Jutxa Ródenas.
Pues bien, más forzado por las circunstancias que tentado por las ganas, he creído, más que necesario, imprescindible, salir a la palestra para responder al comentario de Jutxa, y hacerlo en dos tiempos: primeramente, aclarando y justificando esos dos últimos párrafos de mi crónica “maldita” y, seguidamente, contestando a su comentario que, por supuesto, ni ha sido ni será censurado por mí. Para ello y para que el lector pueda tener todos los elementos de juicio a su alcance he creído oportuno, antes de proceder, citar al inicio de cada una de las dos partes los dos textos que han gestado este: por un lado, los dos mencionados párrafos míos y, por otro, el comentario de la señora Ródenas.
Primera parte, “Aclaración”.
Por eso, cuando poco después de su actuación el jurado del CreaMurcia anunció el nombre del vencedor del certamen poco habría de importar que no fuera el de Ave Alcaparra, porque ya habían alcanzado la mayor de las victorias, que no consiste en vencer, sino en convencer; y en el caso del jueves, en convencer a un público real. Es decir, imparcial y formado por una legión de desconocidos entre los que no había ni camisetas hechas para la ocasión ni “club de fans” ni trampa ni cartón.
Y por eso también, al final, los gritos de “¡tongo, tongo!” con los que viene siendo tradición saludar jocosamente los curiosos veredictos del jurado del CreaMurcia no hizo sino venir a mostrar lo oportuno que resulta motivar las decisiones en los concursos, sobre todo cuando estos son públicos. De este modo, por ejemplo, se sabría que lo que el jurado del CreaMurcia Pop-Rock suele hacer no es ni más ni menos que designar a sus vencedores a año vencido.
Miguel Casas (artículo completo AQUÍ)
Con respecto al primero de los párrafos, debo comenzar diciendo que en ningún momento fue mi intención expresar que Ave Alcaparra hubiese tenido que ser proclamada indiscutiblemente vencedora del certamen, sino más bien reflexionar acerca de qué significa vencer en el caso de un concurso musical para concluir que, si vencer es convencer, dicha banda bien podía considerarse vencedora, aunque no fuese la triunfadora de la cita. Además, creo también fundamental aclarar que el hecho de que considerase que Ave Alcaparra había convencido, no implicaba por sí solo que las otras dos bandas de la final -Martina Efedra y Shaman Shaman- no lo hubieran hecho también y, en consecuencia, pudieran ser, por lo menos, igualmente merecedoras del galardón.
El remate del primer párrafo tiene cierta aspereza -lo reconozco- porque está dedicado al presentador de la gala, quien desde el escenario se dirigió con aparente desdén al público que coreaba el nombre de Ave Alcaparra tras su concierto tachándolo de “club de fans”. Y es que eso me pareció especialmente hiriente cuando, de hecho, la única de las tres bandas que no tenía un grupo de seguidores que pudiera calificarse como tal era, precisamente, Ave Alcaparra. Por eso creí que era de ley constatar que la reacción del respetable había sido pura añadiendo la expresión, sin “trampa ni cartón”. Y para terminar este párrafo solo me quedaría aclarar que mi respeto por los seguidores de las bandas, que son los que justamente mantienen viva la llama de la música en directo, es absoluto.
En cuanto al párrafo final, que es el más complejo de la crónica, lo primero que debo expresar es que no creo que sea tan duro como puede parecer tras una primera lectura. Para empezar, lo único que hago es dejar constancia de la existencia de una tradición -aunque no siempre se produzca- que califico como “jocosa” y que consiste en saludar los veredictos del jurado del CreaMurcia Pop-Rock con gritos de “¡tongo, tongo!”. De hecho, porque no soy especialmente amigo de tales cánticos y para atenuar dicha costumbre propongo que el jurado motive sus decisiones, pero es que eso ya está recogido en las bases del concurso, que se expresan en esta línea cuando indican que los fallos del jurado: “Constarán en acta y serán publicados en la web www.informajoven.org”.
Pero, sin duda, la gran tocada de narices del artículo es su remate final: “el jurado del CreaMurcia suele designar a sus vencedores a año vencido” ¡Cómo osé escribir algo así! Pues porque esa es una tendencia observada en los veredictos finales del CreaMurcia Pop-Rock desde 2015, cuando cambió su nombre de CreaJoven por el actual. ¿Y exactamente de qué tendencia hablo? Pues de la siguiente: desde 2015 se han celebrado nueve ediciones de este concurso de las cuales cinco han sido ganadas por grupos que ya habían disputado dicha final, y de las cuatro finales restantes sólo en una de ellas, habiendo un grupo que ya hubiera sido finalista, fue otro nuevo el que la ganó. Esto sólo ocurrió en 2021, cuando Goblin Circus se impuso en la final a Pleyel, finalista en 2020.
¿Y qué quiero decir con todo esto? Pues simplemente que si el jurado del CreaMurcia Pop-Rock selecciona para la final a una banda que ya haya sido finalista esta tiene estadísticamente un 83,3% de probabilidades de ganar. Esa es la tendencia observada desde 2015, y es la que se cumplió -cuando era algo menor- el pasado jueves, 22 de junio. No obstante, quiero dejar claro que al respecto no emití ninguna valoración porque tal tendencia no implica que en este concurso se produzcan reiterada y premeditadamente veredictos injustos ni mucho menos que una banda no pueda ser ganadora en su segunda o tercera participación en buena lid. Lo que sí que pienso, y no me desdigo, es que en esos veredictos finales parece tenerse en cuenta la experiencia previa en esta cita.
Ante esta expresión de pensamiento -se ve que excesivamente polémica para nuestros días- quizá habría podido esperar algún comentario crítico o alguna replica más o menos malhumorada esgrimiendo argumentos en contra. Pero, quizá lo que fui es demasiado optimista porque lo que recibí es lo viene a continuación, y que a continuación contestaré.
Segunda parte, “Respuesta”.
Me da absoluta pena que una persona vaya a cubrir un evento, se moleste en hacer la crítica sabiendo de antemano el nombre de las canciones y turno para ellas de una banda que nos encantó y me consta tienen relación personal con el firmante, para que absolutamente nadie más que nosotros lea su artículo. Bien es cierto que ser tan benévolo con algunos, poner en tela de juicio el trabajo de un jurado que delibera a ciegas etc... es bien feo, te repito que la pena es currar para uno sólo. Imagino que poco a poco se aprende que el mérito no se obtiene de la nada. Y por pudor no podemos compartir este post, pues entonces, los miembros del jurado si que seríamos injustos, y no es el caso.
Jutxa Ródenas
Bueno, lo primero que debo confesar es que lo que me resultó más chocante de este mensaje es que, viniendo de un miembro de ese jurado “vilipendiado por mí”, en lugar de aprovechar su posición para explicar públicamente en qué se basó el veredicto de la final, justificar su decisión y de paso enmendarme la plana a base de razones y datos, degradase su intervención a la condición de mero ataque personal. Y es que, lamentablemente, el único argumento que presentó la señora Ródenas para enfrentarse a mi artículo fue el denominado “ad hominem”, que lejos de ser un argumento real no es más que una falacia de la argumentación consistente en tratar de herir la credibilidad de la persona cuya opinión se pretende desacreditar.
Pero, ¿cómo trataba de atacar mi crédito Jutxa? Pues, en primer lugar, inventándose una relación personal con la banda de punk-rock Ave Alcaparra, que no solo habría justificado mi benevolente crónica, sino que además me habría proporcionado una especie de información privilegiada, y por lo visto decisiva no sé para qué, sobre su repertorio; y en segundo lugar, descalificando mi labor como escritor, ya que, según ella, y supongo que debido a mí ínfima calidad como tal y puede también que a mi nulo mérito personal, nadie lee mis artículos más que yo mismo. Si, además, a eso añadimos el patetismo a que trataba de mover repitiendo la “pena” que sentía, lo que obtenemos no es más que un “ad hominem” de manual, de Retórica.
Sin embargo, como, a pesar de no aportar nada en contra de aquella “gravísima” afirmación mía, lo cierto es que este comentario me ha hecho encajar, en lugar de razones, un crudo ataque, he llegado a la conclusión de que lo que procede oponerle es, en lugar de quejas, una legítima defensa. Y obrando exclusivamente con ese ánimo, ya brevemente debo responder uno por uno a los golpes de Jutxa:
Primero; para ser precisos, en rigor no fui a la final del CreaMurcia Pop-Rock con la idea fija de cubrir el evento ni en calidad de redactor de murciocio.es, sino como público y poco más o menos que a la expectativa de ver qué pasaba. De hecho, por llegar tarde a la cita -por gajes del no-oficio-, me perdí la primera actuación del concurso, que resultó ser la de la banda que consideraba, en principio, más afín a mis gustos musicales, Martina Efedra, y con ella cualquier opción que hubiese podido tener de dar cuenta del “evento” en su conjunto.
Además, tengo que confesar que incluso después de la actuación de Shaman Shaman y justo antes de comenzar Ave Alcaparra no tenía intención de hacer ya ninguna crónica. Solo quedaba una banda, ¿qué podía pasar? Pero, arrancaron como arrancaron y fui testigo de algo tan potente e interesante que pensé que sería una pena que un concierto así se perdiera sin que quedara registrado. Luego ocurrieron muchas más cosas, encima, debajo y detrás del escenario, y aquí estamos todavía…
Segundo; debo confesar que no entiendo bien qué pretende Jutxa cuando me achaca que yo conocía el nombre de las canciones de Ave Alcaparra. ¿Pero es que acaso no las conocía ella misma como parte del jurado que preseleccionó a esta banda para el concurso y, posteriormente, tras verla en vivo en su semifinal, la incluyó en la final? Todos los grupos que se presentan al CreaMurcia tienen un bagaje previo, por eso es normal que sus canciones lleven tiempo publicadas, y por eso es que, no solo yo, sino cualquiera puede conocerlas.
No obstante, es posible que el sentido del sinsentido anterior radique en una mala interpretación por parte de Jutxa de la máxima de que “la justicia es ciega”, porque, de hecho, más adelante se expresa de modo similar cuando dice sin pudor que el jurado del CreaMurcia “delibera a ciegas”; lo que querría decir que ese jurado decide de forma arbitraria. Y es que, que la justicia sea ciega no quiere decir que actúe a ciegas -sin conocer los hechos sobre los que pretende decidir-, sino que se aplica de forma ciega –es decir, sin atender a quién beneficia o perjudica su veredicto-.
Tercero; hablar de “relación personal” en una ciudad como Murcia resulta bastante ambiguo e incluso redundante porque aquí todo el mundo conoce a alguien que conoce a alguien que te conoce, y más aún en un ámbito tan concreto como el musical. En cualquier caso lo que sí puedo decir es que no tengo el gusto de conocer personalmente a ningún miembro de las tres bandas que concursaron en la final del día 22 de junio, por más que hayamos publicado en nuestra web entrevistas y artículos sobre dos de ellas, como corresponde a nuestra labor.
Pero es que además, si me diera por mirar alrededor y compararme sobre esta cuestión, tendría que decir que mis relaciones personales con los músicos, en general, siempre serán infinitamente inferiores a las que, por ejemplo, tenían los tres vocales del jurado 2023; por lo que, si para ellos tales relaciones no supusieron ningún conflicto a la hora de juzgar a las bandas, cómo y por qué habrían de desacreditarme a mí las mías para redactar una humilde crónica musical.
Cuarto; sobre la supuesta ausencia de lectores para mis artículos -Jutxa llega a decir que trabajo para mí solo- lo primero que tendría que decirle es que, no será para tanto cuando. si ella también me lee, ya por lo menos somos dos. Pero, fuera de bromas, sí me gustaría dejar claras un par de cosas (más): la primera, que como autor lo que me preocupa ante todo es que lo que escribo esté bien escrito; y la segunda, que mis artículos y crónicas no los escribo con el fin de engordar mi ego, sino con la humilde ilusión de ayudar a dar a conocer una obra, una banda o un artista que crea que merezca la pena conocer.
Quinto; sobre lo del “mérito” y la “nada”, no tengo claro a qué se refiere Jutxa. No creo que se permita juzgarme porque “nada” es lo que sabe de mí y todo, lo que ignora de mis “méritos”. Pero, lo que sí que tengo claro a estas alturas es que rara vez el mérito se valora. Por eso, creo todo lo que hagamos en esta vida -nuestros esfuerzos, nuestra formación, nuestras acciones, esos méritos- debiéramos enfocarlos sobre todo hacia aquellos objetivos que nos ayuden a desarrollarnos y a crecer. A mí eso es lo que me aporta esta labor y por eso no me importan tanto otras cosas.
Para concluir, me gustaría enlazar con el comienzo y pedir tolerancia y respeto, para mí, pero también para Jutxa Ródenas y para ese magnífico certamen que es el CreaMurcia. Quizá nunca seamos amigos, tampoco tendríamos por qué ser enemigos. Opiné puede que mal y fui atacado en lo personal. Tuve que defenderme y lo hice sin vacilar. He tratado de emplearme con nobleza y sin dañar. Juzguen ustedes si así ha sido. No sé si mis palabras merecerán castigo -de censura o de veto-, pero, si por aquellas lo sufriera, bienvenido sea.