Observando con detenimiento las cuartillas al trasluz hasta vislumbrar el fugaz destello de una verdad escondida; usando con esmero el cincel y el martillo hasta acariciar la piel humana que en el interior del bloque de mármol habita; agitando con amor el contenido líquido y humeante del crisol hasta convertir en oro las palabras por el poeta escritas…
Así, como un cartógrafo de sueños, un escultor de poemas, o un alquimista de esa lengua que se nos escapa en cada pensamiento y a cada paso que damos, llegó este lunes a Murcia Javier Bozalongo; poeta tarraconense nacido en 1961 que en los albores del siglo XXI comenzó a plasmar desde Granada su obra en forma de poemarios con los que ha venido coleccionando premios casi al mismo tiempo que conquistaba lectores a una orilla y a otra del océano Atlántico.
Precisamente, con su último libro bajo el brazo –“Todas las lluvias son la misma tormenta”, ganador del XXVIII Premio de poesía Blas de Otero, 2017- el autor acudiría a la capital del Segura invitado por Luis Escavy y acompañado por el joven poeta granadino Alberto Miñán. De este modo, tras haber protagonizado por la mañana una estimulante charla con alumnos de Bachillerato del IES José Planes, caída la noche Javier Bozalongo hallaría bajo la carpa del flamante Circus Music Bar el lugar propicio para brindar un cuidado recital en el que repasar su trayectoria pasada, presente, y hasta futura.
En consecuencia, a eso de las 21:50h y con un salón poblado de público expectante, el poeta de gesto afable, mirada limpia y voz profunda daría comienzo la velada con Casi nunca flores, preciosa composición en la que el autor trataría de llamar la atención sobre la importancia de los pequeños detalles que cotidianamente no cuidamos y en los que solemos reparar cuando ya es quizá demasiado tarde. De esta manera, realizando breves comentarios e introducciones, el escritor iría ofreciendo piezas contenidas en su más reciente obra como El arte del desnudo, Maletas, Un viaje a china, Esa ciudad existe o Las raíces aéreas hasta proyectar en el ambiente del local el trazado etéreo de ese largo viaje que durante los últimos años le ha llevado a recorrer buena parte del mundo.
Así, descubriendo que, más allá de lo que nos diferencia, las grandezas y las miserias de los seres humanos en cualquier lugar del planeta tienen más en común de lo que podríamos llegar a imaginar, Javier Bozalongo no dudaría en afirmar que todas las lluvias son la misma tormenta antes de recitar dos nuevos poemas con nombre de mujer -Jazmín y Edith- que servirían para adelantar el que será el próximo capítulo de su carrera literaria: un poemario que estará dedicado a poner voz al lamento y a denunciar los abusos, el desprecio y las injusticias que tantas mujeres han padecido y siguen padeciendo hoy en día.