Anoche, en la murciana Sala REM tuvo lugar un acontecimiento musical verdaderamente extraordinario: la actuación de la Orquesta Universitaria de Murcia sobre un escenario en el que semanalmente se programan conciertos de rock, de pop y sesiones de djs con el objeto de superar barreras, derribar mitos y acercar la música clásica a un público poco habituado a ella.
Sin duda, una iniciativa cultural de primer nivel que, por lo que suponía de original, arriesgada y transgresora, nos resultó irresistible y absolutamente digna de ser presenciada en vivo con toda atención. Así, a eso de las 22:30h, ya en el interior del recinto, una de las primeras cosas que sorprendió a las más de doscientas personas congregadas en la Sala fue ver cómo casi una treintena de músicos eran capaces de situarse en un escenario sobre el que no suele haber más de seis a la vez sin que aquello pareciera el camarote de los hermanos Marx.
Y si es cierto que algo recordaba el proscenio a la famosa escena, no es menos cierto que, gracias a la buena distribución de los músicos y a la pequeña plataforma que amplió la superficie para dar cabida al director de la Orquesta, Jorge Losana, el concierto pudo dar comienzo de la manera más armónica posible. De esta forma, sonando ya “Música para los reales fuegos de artificio”, de Georg Friedich Händel, la Sala REM, convertida en caja de resonancia de violines, violas, violonchelos, flautas y trompas pareció transformarse súbitamente en un pequeño teatro de 1749 en el cual el gentil público estuviera danzando alegremente para celebrar la paz de Aquisgrán.
Un cuadro, no lo negamos, quizá un tanto idealizado por nuestra parte, ya que algunos detalles de la Sala chirriaban de cuando en cuando dentro nuestra ensoñación. Como, por ejemplo, la presencia de Chewbaca, quien, pintado en su columna, guitarra eléctrica al hombro, parecía no dar crédito ante la música que llegaba a sus oídos al tiempo que su peluda figura nos devolvía a la Sala REM, donde tantos conciertos hemos vivido y contado durante los últimos meses.
Así, sobre la plataforma, dando breves descansos durante los que presentar los distintos movimientos y piezas para que pudieran ser seguidos adecuadamente, Jorge Losana, el joven director de la Orquesta Universitaria de Murcia, fue ganándose al respetable gracias a esa labor pedagógica y divulgadora tan necesaria para transmitir y que él exhibió, siempre atento y solícito, desde el principio hasta el final de su actuación durante la velada. Una Velada en cuya segunda mitad se ofreció "Las criaturas de Prometeo", de Beethoven, y que contó con cambios y sorpresas en la dirección para cerrar un espectáculo que sirvió para cumplir con el objetivo para el que fue programado: demostrar que la música clásica puede resultar rompedora –moderna incluso- y conquistar toda clase de espacios y de públicos.