Principios del mes de diciembre, en la ciudad de Murcia cae el frío en una tarde de pleno otoño gélido. Caminar por sus calles supone un esfuerzo extra para el cuerpo, pero cuando, a la vuelta de la esquina, se oye música en directo celebras con devoción casi divina que el Ayuntamiento de la capital haya programado una serie de conciertos callejeros con lo más granado del gremio musical en su nómina. Me encamino a la aclamada Plaza de Europa para ver a Alv McMartin.
Fue un error pensar que sólo iba a escuchar las canciones de Alv y los suyos, porque con su repertorio se baila, se siente y se disfruta del soul, del rhythm&blues, del folk norteamericano, del swing más afro y del jazz de Nueva Orleans más auténtico del lugar. La banda no está compuesta por cuatro músicos al uso, sino por cuatro amigos que se conocen y se respetan en el escenario. Y esa amistad se traslada al público para conformar entre todos una serie de cánticos que bien parecen formar parte de una iglesia (campanas incluidas).
Lorena Cortés en la batería junto al bajo de Bryan Vega, forman una de las bases rítmicas más apetitosas de la Región. El toque sutil en la guitarra de Julián Balibrea redondea el original sonido del grupo. Pero con la voz y el piano de Alv McMartin, todo se hace más compacto y poderoso.
En esta ocasión abrieron con Old Story y con ella comenzó el McMartin Show. Hubo momentos para recordar a Quevedo en Mister Money, ocasiones para resaltar la meteorología que envolvía a público y músicos y un sincero resonar de campanas de iglesias próximas con el que gritar ¡Tubular Bells!
Saturday Night y Take my hand, resultaron el broche final apara una velada protagonizada por la comunión entre los asistentes y la banda. Parecía que todos los presentes nos conocíamos de antes y esa es la magia que provoca Alv y su música. Ya que consiguieron congregar a un buen puñado de seguidores, recordaron aquello de "Presentamos nuestro disco, Masquerader, aquí lo tenemos" y la gente respondió con aplausos y ganas de más.
La humedad de principios de diciembre, la umbría con la que llegué al concierto, se transfiguró hacia calor corporal por el baile, entusiasmo en mi garganta por lo cantado e ilusión por haber disfrutado de uno de los grupos más potentes de nuestra Región. Nunca hubo un otoño tan agradable.