Era noche de viernes y no uno como cualquier otro, sino precisamente el viernes que daba comienzo en nuestra ciudad a dos semanas protagonizadas por la Semana Santa y las Fiestas de primavera. En esas circunstancias, tampoco era necesario reflexionar concienzudamente para llegar a la conclusión de que me pareciese una buena idea soltar algo de adrenalina para alejarme de los días que quedaban atrás.
Así, dentro de este contexto, en la Sala Revólver de la capital se anunciaba el doble concierto de los grupos Paña Radiostation y Le Mur, dos bandas que, para aquellos que no los habíamos visto anteriormente, prometían a priori un rock potente y cargado de intensidad. De esta manera decidí que podría ser una buena forma de soltar parte de esa adrenalina adentrándome allí a prestarles mis oídos.
Y a fe que fue una buena decisión, porque desde el comienzo del espectáculo, poco antes de las 12 de la noche, por parte de Paña Radiostation ya se pudo comprobar su energía. Así, la banda, que venia de Madrid, ofreció un gran espectáculo basado en unas guitarras muy contundentes y un sonido muy empastado con toques grunge y metal. Buenas canciones, las que presentaron, como lo son Vendetta o Nada que perder, en las que supieron combinar con gran habilidad dureza y melodía. En definitiva, los madrileños mostraron durante todo el concierto una estimable calidad instrumental que, con punteos sabor Nirvana o Lenny Kravitz incluidos en algunos momentos, terminó dejando un gran sabor de boca entre el respetable allí congregado.
Luego fue el turno de Lemur, los cuales dejaron también una más que grata sensación. Y es que los murcianos hicieron gala durante todo su concierto, que se hizo corto, de un rock bastante poderoso y atractivo basado en un sonido muy conseguido que mezclaba rudeza de guitarras y tintes épicos en sus melodías. Es cierto que la banda recibió un mayor fervor del público allí presente. Sin duda, en cualquier ámbito el hecho de jugar en casa siempre es una ventaja, pero esto no quita en absoluto que la acogida fuera totalmente merecida por su buen hacer durante la noche. Y es que a esa conseguida instrumentación hay que sumar el gran magnetismo de la cantante. De hecho, con su poderío ya desde el principio se comió el escenario ofreciendo un derroche vocal que no sólo no decayó en el tono durante la actuación, sino que fue a más hasta llegar a una recta final de lo más intensa. Además, por si fuera poco, mostró una gran simpatía en todo momento, lo que, unido a esa fuerza y control vocales antes mencionados y a temas como De Neón, hizo que se ganara los más grandes aplausos que proporcionó la Sala.
En definitiva fue una gran noche de rock. El objetivo de la descarga adrenalítica quedó de sobra conseguido con el espectáculo que dieron ambos grupos. Buenas sensaciones, siempre necesarias para olvidarse de los días pasados y afrontar los festivos e intensos días que vienen por delante.