Este sábado, de la mano de la compañía Doble K Teatro, llegaron al renovado Auditorio de Guadalupe dos de las siete obras breves que con el paso de los años han ido dando forma a “Noches de amor efímero”; conjunto de historias escritas por la prestigiosa dramaturga Paloma Pedrero en las que, con humor y ternura, se reflexiona sobre los encuentros y desencuentros entre hombres y mujeres en la sociedad actual.
Así, a eso de las 21:00h y con una notable presencia de público en el patio de butacas del coqueto recinto, daría comienzo la velada con la representación de “La noche dividida” para situar la acción teatral, mediante una puesta en escena sencilla, pero eficaz, en el interior de un humilde apartamento en el que una joven actriz –Sabina- intentaba ensayar sin excesiva fortuna su papel en una obra dramática.
De este modo, realizando un guiño al tópico del teatro dentro del teatro, la trama comenzaría a desarrollarse cuando Sabina, que a esa hora esperaba la llamada semanal de su novio desde el extranjero, recibiese la visita de un tímido y poco hábil vendedor de biblias llamado Adolfo. A partir de entonces, la impulsiva mujer y el retraído hombre desplegarían un simpático diálogo en el que ambos irían confesándose sus frustraciones, sus temores y sus anhelos hasta acabar encontrando el uno en el otro, animados por el alcohol, una suerte de tabla de salvación a la que se aferrarían para concederse, juntos, una tregua pasajera frente a la soledad y al desencanto que padecían cada uno por separado en sus vidas.
A continuación, operadas sobre el escenario las mutaciones necesarias, nos trasladamos mediante un inconfundible cartel, un gran mapa de rutas y un pequeño banco, a una estación de metro cualquiera para presenciar “Solos esta noche”; la segunda obra programada para la velada en la que los protagonistas serían Carmen, una recatada y asustadiza funcionaria, y José, un gracioso y desastrado obrero en paro.
De esta forma, a punto de cerrar el metro a la hora del atraco y la pasión en una estación que bien podría ser Tirso de Molina, Sol, Gran Vía o Tribunal, haría acto de presencia Carmen para asomarse inquieta a las vías esperando ver aparecer la luz del último convoy del día. Sin embargo, lo único que la elegante mujer vería llegar sería la figura descuidada de José, a quien la temerosa funcionaria consideraría de inmediato un más que probable delincuente. No obstante, desplegándose la comicidad a través de un divertido diálogo que giraría en torno a los temas de la distancia y los estereotipos sociales, los dos personajes irían superando sus mutuos prejuicios hasta reconocerse, aunque fuera solo por unas horas, atraídos el uno por el otro.
Y así, con la ciudad sirviendo como telón de fondo a unas historias sencillas y breves que, partiendo de un encuentro casual, versarían más sobre la soledad que sobre el sexo y enfocarían los encuentros amorosos fortuitos desde una perspectiva carente de sordidez, las criaturas de Paloma Pedrero -interpretadas impecablemente por Alfredo Zamora e Inma Rufete- pasearían sus miedos, sus dudas y sus inseguridades por la escena sugiriendo que lo efímero de sus amores nocturnos habría de radicar en que jamás se puede pretender que una relación amorosa, ya sea puntual o duradera, sea capaz por sí sola de llenar vacíos, satisfacer inquietudes o resolver problemas que son de naturaleza personal.
Antes de terminar, acercándonos al montaje elaborado por Alfredo Zamora para Doble K Teatro, deberíamos ponderar, en primer lugar, el acierto de una puesta en escena que, sin telones, pero con los elementos precisos, logró representar de manera inequívoca las localizaciones de cada pieza; en segundo lugar, el estimulante empleo de la música que se hizo cuando la acción estuvo detenida para ambientar las dos obras con canciones como El amor es un misterio, de Luz Casal, Los años que nos quedan por vivir, de Los Lunes, o Caballo de cartón, de Joaquín Sabina; y en tercer lugar, el irreprochable trabajo de una pareja de actores que supieron transmitir en cada momento las contradicciones, los matices y la riqueza de cada uno de los personajes que interpretaron.
De esta manera, abandonando satisfechos el Auditorio de Guadalupe entre el numeroso público que se dio cita, quizá lo único que echamos en falta ya concluida la velada fue la incorporación de un texto más de la serie compuesta por Paloma Pedrero, ya que habría extendido la obra más allá de la hora de duración y habría dotado de mayor variedad y empaque al conjunto propuesto. Fuera como fuere, felicitándonos una vez más por acudir al teatro para dejarnos seducir y envolver por su incomparable magia, nos despedimos de la escena hasta una próxima vez.