Loquillo, The Waterboys y Sons of Rock conquistan el Cuartel de Artillería
Larga e intensa noche de rock and roll, la que pudo vivirse este sábado en el Cuartel de Artillería de Murcia gracias a la programación de una velada conformada por tres conciertos y cuatro horas de música en la que Sons of Rock, The Waterboys y, sobre todo, Loquillo hicieron las delicias de las más de 5000 personas que se congregaron en el antiguo recinto castrense murciano.
Así, a eso de las 21:25h, los que se encargaron de abrir el fuego y dar la bienvenida al público fueron los madrileños Sons of Rock, la banda liderada en cuerpo y alma por Alba Céspedes que, a pesar de su juventud, con 4 trabajos de estudio y 8 años de trayectoria, ha logrado abrirse camino a fuerza de rock sobre todo en Inglaterra, donde disfrutan de un reconocimiento que ahora se proponen alcanzar en casa.
Beatless, Al final del túnel, Kiss ´r ass o The police is at my door fueron algunas de las canciones que Sons of Rock esgrimieron sobre el monumental escenario del concierto para dar un breve repaso a su carrera y lo cierto es que sonaron a la altura de las circunstancias. Y es que la voz cálida, poderosa y soulera de Céspedes logró acompasarse a la perfección con los constantes cambios de ritmo de las composiciones más llamativas de la banda y alternarse en el protagonismo con los solos de guitarra que cuajaron buena parte de la actuación.
Además, si a la entrega y a las buenas maneras que mostraron los músicos durante la interpretación de su repertorio, le sumamos las versiones que ofrecieron de Rockin´ in the free world, de Neil Young, y You shook me all night long, de AC/DC, lo que nos quedó fue un concierto de cuarenta minutos que cumplió a la perfección con su función de calentar el ambiente y dejar con ganas de conocer más de esta prometedora banda. Por eso, al final de su actuación, no pudimos sino emular a Miguel Ríos y decir a estos hijos del rock and roll: “bienvenidos”.
Más adelante, sobre las 22:30h, llegaría uno de los momentos más esperados de la velada: la aparición sobre el escenario de The Waterboys, la banda de rock and folk del escocés Mike Scott que, tras diversas etapas de actividad, descanso y cambios de rumbo, vino a ofrecer un buen puñado de sus canciones más legendarias desde 1983 combinándolas con las más recientes de su último disco de estudio, Modern Blues, del pasado 2014.
De esta manera, las nuevas Destinies entwined, Still a freak, Long strange Golden road o Rosalind (you married the wrong guy) se irían alternando de manera magistral con los clásicos A girl called Johnny, Fisherman´s blues o The whole of the moon para ofrecer un repertorio de lo más variado y marcar un ritmo verdaderamente endiablado de principio a fin, y mediante el que The Waterboys no darían ni un segundo de tregua a lo largo de su actuación.
Así, esta experimentada banda de estética country, aire folk, guiños celtas y alma de rock and roll ofreció un espectáculo musical sobresaliente en el que fueron a destacar la potente y excelente voz de su líder, y los largos y apoteósicos desarrollos instrumentales en los que brillaron con luz propia el piano, tocado por el propio Scott, el órgano, en el que derrochó virtusismo Brother Paul, y el violín eléctrico de Steve Wickham, que dotó a The Waterboys de su sonido más característico y reconocible.
Ya para culminar la velada siguiendo la línea in crescendo que habían marcado con sus actuaciones Sons of Rock y The Waterboys, hasta quince técnicos se afanaron sobre el escenario con el fin de obrar los cambios necesarios para dar entrada al plato fuerte de la velada: el regreso de Loquillo a “su casa” para brindar dos años después un concierto de gran aforo en clave de rock o, mejor dicho, en Código Rocker.
Y si parece que sobre Loquillo queda poco que añadir, a nosotros nos gustaría recordar ahora las palabras de Luis Alberto de Cuenca, quien no dudó hace tiempo en referirse al cantante como “caballero medieval” por cuanto de valiente, noble e idealista tiene José María Sanz. Precisamente, unas palabras que nos han sugerido el paralelismo con nuestro más insigne caballero, que si bien no era medieval, sí que enloqueció a consecuencia de la lectura de las hazañas de los héroes de tal época.
Así, a la postre, podemos reconocer desarrollando tal paralelismo que José María Sanz, enloquecido por el rock como Alonso Quijano enloqueció por los libros de caballerías, lo que ha hecho a lo largo de su carrera no ha sido otra cosa que encarnar en nuestros días un nuevo hito de esa locura que, en su acepción cervantina, es cualidad de hombres lúcidos y no enfermedad de hombres cuerdos. Pues bien, esa es la locura que este sábado vino a contagiarnos a todos los presentes Loquillo.
Y ya con su imponente figura recortándose ante los focos, y ya resonando con fuerza el “no olvides, no traiciones” de Rock and roll actitud, Loquillo puso firme a todo el Cuartel de Artillería abriendo su concierto con la contundencia y la precisión de una descarga de fusilería; descarga que no había hecho sino comenzar puesto que a ese primer disparo le siguieron Línea clara, El hijo de nadie, Planeta rock, Memoria de jóvenes airados y El hombre de negro, de Johnny Cash, para cerrar lo que podríamos calificar como la primera mitad del espectáculo.
Justo después, y sin tiempo que perder, llegaría toda una batería formada por algunos de los temas más reconocidos de la carrera de Loquillo: Cruzando el paraíso, El rompeolas, Carne para Linda -que interpretó en el foso y rodeado de público-, La mataré, Feo, fuerte y formal, El ritmo del garaje, Quiero un camión –que felizmente la ha vuelto a incluir en su repertorio-, o Esto no es Hawai. Es decir, toda una colección de canciones que incendiaron el Cuartel poniendo a bailar y a cantar a todos antes de afrontar la recta final de la velada.
Entonces, si con ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? llegó el reconocimiento a Burning, lo que llegó con Rock and roll star y Cadillac Solitario fue el broche de oro a una noche que se antojó mágica e inolvidable a orillas del Segura. Por eso, al termino del concierto y mientras abandonábamos con parsimonia el recinto, sólo pudimos reconocer la extraordinaria entrega que nos había vuelto a brindar Loquillo, un caballero andante, un verdadero cantante que, superados los 50, ha encontrado en la madurez que platea su cresta su mejor etapa vital y artística.