Las malas compañías son las mejores
Este sábado, desafiando al calor que cada verano vacía la ciudad de Murcia durante los fines de semana de julio y agosto, decidimos mantener nuestras posiciones y acudir al antiguo Cuartel de Artillería Jaime I, donde, en su patio de armas y al cobijo de sus pabellones, varios miles de personas se dieron cita para presenciar la jornada final del XX Certamen Internacional de Tunas “Barrio del Carmen”; festival que este año contaba con el aliciente de ofrecer “La Noche Sabinera” a modo de epílogo de lujo.
Así, mordiendo el anzuelo como los peces de ciudad que sin duda somos, ya caído el sol optamos por dejar colgado el traje gris en el armario de casa y salir a la calle con el fin de dar cuenta de ese espectáculo musical en el que Pancho Varona y Antonio García de Diego -las dos “malas compañías” más importantes en la carrera de Joaquín Sabina- rinden homenaje a su amigo ofreciendo una versión más libre, distendida y cercana del repertorio que los tres juntos han elaborado y defendido durante más de 30 años.
De este modo, concluido el certamen de tunas y sobre un escenario anexo al principal, mucho más humilde, pero más adecuado por sus dimensiones para dar cabida al formato trío con el que Varona y de Diego iban a presentarse junto con la cantante Mara Barros, a las 23:50h comenzó “La Noche Sabinera”; una velada que ya desde el principio se antojaría mágica debido al póker de canciones con el que la banda arrancó su recital: Más de cien mentiras, Peor para el sol, Rebajas de enero y Con la frente marchita.
A continuación, Pancho Varona y Antonio García de Diego, que habían interpretado los cuatro primeros temas del concierto, cederían la voz cantante a la onubense Mara Barros para que esta mostrara sus excelentes cualidades vocales con Y si amanece por fin y Cerrado por derribo. Más adelante, y con el público ya entregado gracias a los constantes guiños a Murcia, los agradecimientos a los organizadores del Certamen, las bromas, y los comentarios llenos de complicidad en los que se deshicieron Varona y de Diego, llegarían Una de romanos y una sorprendente versión de Contigo, que fue interpretada en clave de rumba.
Cruzando el ecuador de la velada, tendrían lugar los momentos más emocionantes de la noche merced al binomio Y sin embargo te quiero + Y sin embargo. Así, si en la primera de estas dos canciones -la mítica copla firmada por los maestros Quintero, León y Quiroga- la emoción fue contagiada al público por la pletórica interpretación que realizó de la misma Mara Barros, durante la ejecución de la segunda sería el respetable el que devolvería a los músicos la emoción recibida al poner con sus coros voz a una canción que, por la precisión de su lengua poética, la desnuda verdad que transmite y la suavidad de su melodía, es una de las más memorables de Joaquín Sabina.
Ya metidos en la segunda mitad del espectáculo, Varona y de Diego darían paso a la fase más lúdica de la noche cuando brindaron la oportunidad a cuatro grupos de aficionados para que, eligiendo previamente sendas canciones del repertorio de Sabina, subieran al escenario a cantarlas con ellos. De esta manera, aunque en esta parte del recital –verdadera ruleta rusa- tuvimos ocasión de escuchar casi de todo, gracias a la atenta labor de los músicos, se logró evitar la zozobra y tornar la posible tragedia en una simpática comedia llena de momentos divertidos en la que, de paso, escuchamos Peces de ciudad, Calle melancolía, El bulevar de los sueños rotos y 19 días y 500 noches.
Encarando la recta final del concierto, despedidos los invitados, y con los músicos recuperando su formación de trío acústico –Pancho Varona, guitarra acústica y voz; Antonio García de Diego, piano, guitarra y voz; y Mara Barros, voz y coros-, llegarían otras dos canciones que hicieron las delicias del público y fueron ampliamente coreadas: Y nos dieron las diez y Princesa, con las que se puso el punto y final, a eso de la 1:30h, a una velada que resultó de lo más refrescante.
Por eso, finalizado el espectáculo y mientras los operarios se afanaban en recoger las sillas que poblaban el patio del viejo recinto, repasando la beneficiosa influencia que tanto Pancho Varona como Antonio García de Diego han tenido en la confección de la obra musical de Joaquín Sabina, no pudimos sino acabar reconociendo que, tanto en casa de María –de Magdala-, como en el Cuartel de Artillería de Murcia, las malas compañías son las mejores.