Alv McMartin, genio y figura en la Posada de Correos
Mirándolo de lejos llama la atención por su aire distinguido, su perfil aristocrático, sus ademanes de fino caballero, y por su aspecto de guiri distraído. Mirándolo un poco más de cerca destaca por su trato amable, su mirada atenta, su conversación inteligente y por su tono afectuoso. Y Mirándolo sobre el escenario -que es donde hay que mirarlo- sobresale por su precisión tocando el piano, su energía al cantar, su habilidad para rodearse de músicos brillantes, y por su capacidad para armar repertorios de auténtico lujo.
Y por todo ello, nosotros, que tan sensibles somos a la clase y al buen gusto cuando se ponen al servicio de la cultura popular, el viernes por la noche no pudimos sino acudir a La Posada de Correos para presenciar el concierto de Alv MacMartin, un joven profesor de inglés, compositor, pianista y cantante cuya personalidad es de las más singulares que tenemos dentro de la nueva hornada de grupos que están convirtiendo a Murcia en uno de los principales epicentros musicales de España.
Así, a eso de las once de la noche, infiltrados entre el numeroso público, y previo paso de rigor por la barra –la entrada incluía una consumición-, nos apostamos lo más cerca que pudimos de los músicos para no perder detalle de cuanto ocurriera a lo largo de la velada. Y ya con el recital en marcha, lo que ocurrió fue que este arrancó acelerando a fondo con Masquerade, Be reddy to crawl y Stay together; tres temas que sirvieron para presentar las líneas rock, folk, jazz y soul bajo las cuales se desarrollaría el concierto.
A continuación llegaría Satisfied man, primera canción de factura propia que McMartin subió a Internet, y con la cual el ritmo del concierto se tornó más pausado para dar entrada a la reflexión más íntima acompañada por una suave melodía en la que destacaron los solos de piano y guitarra. Tras este tema, comenzó lo que podríamos llamar la parte central del espectáculo con la interpretación de tres clásicos seguidos: Hit the road Jack, Lady Madonna –en cuya interpretación participaron Bruno Laencina y Pedro Hernández de The MeatPies-, y Here comes the sun, que McMartin dedicó a su violinista, Guillermo Cerdá, por su próxima paternidad.
Más adelante, fue el momento de bajar de nuevo el tempo para escuchar Ray of hope y Monday in town, dos temas firmados por McMartin a través de los cuales el músico se acerca a dos dramas siempre actuales: el de los civiles en tiempos de guerra, y el del acoso que sufren muchos niños y adolescentes por parte de compañeros en los centros de enseñanza. Subiendo de nuevo el ritmo, llegaron Old story, Watermelon man –con la que el público rompió a bailar-, y The glambler song -última canción escrita por McMartin-, con la que se cerró esta parte central del espectáculo.
Ya a partir de aquí, la banda volvió a pisar el acelerador a fondo para despedirse por todo lo alto interpretando When the saints go marchin´ in, Mister Money, You ´ve got a friend in my –la versión original de la popularmente conocida Hay un amigo en mi, de la película Toy Story-, y Streets of krakow. Y así fue como, entre coros, bailes, colaboraciones, diálogos desternillantes, y hasta una auto-foto final con el público, comenzó, avanzó y culminó un espectáculo que, por momentos, más que un concierto pareció una verdadera fiesta musical.
Y por este motivo, nos gustaría aprovechar el final de esta crónica para rendir un sincero homenaje al encomiable trabajo que semana tras semana realizan tantos músicos por todos aquellos escenarios en los que se programan conciertos. Porque son músicos de vocación, de raza, músicos de verdad que, teniendo muchas veces que compatibilizar su pasión con otras ocupaciones, son capaces de no renunciar a aquello que les hace distintos, sacar horas de donde no las tienen para ensayar, y brindar unos conciertos tan impecables como el que este pasado viernes tuvimos ocasión de presenciar. Por este motivo, como decimos, a todos ellos: "muchas gracias".