"Casa de muñecas" conmueve el Teatro Circo
Este sábado, de la mano de la compañía valenciana Bramant Teatre, llegaba al Teatro Circo de Murcia la última revisión de la obra maestra de Henrik Ibsen, Casa de muñecas. El texto de Ibsen, uno de los más importantes y controvertidos que se han escrito en la historia del teatro, aún sorprende hoy en día, no sólo por la valentía con la que su autor fue capaz de abordar y cuestionar algunas de las más asentadas convenciones sociales que oprimían a la mujer allá por 1879, año en el que fue estrenada la obra, sino también por la vigencia y el arraigo que muchas de estas convenciones disfrutan todavía en nuestros tiempos.
La historia del noruego, enmarcada en su segunda etapa creativa, calificada como realista por la crítica, nos presenta a una acomodada familia burguesa a la que comienza sonreírle la fortuna gracias al ascenso social de Helmer, el cabeza de familia. Sin embargo, más allá del teórico peso del personaje masculino, la trama girará en torno a Nora, esposa de Helmer, la cual, a través de un convulso proceso interior suscitado por violentas presiones externas, terminará quitándose la venda de falsa felicidad de la que parecía gozar y replanteándose su vida lejos de su marido y sus hijos.
La función, que se abre con una Nora entregada despreocupada y frívolamente a los lujos y caprichos que le proporciona su marido, pronto deja entrever, la profundidad de un personaje en el que no todo es inconsciencia y superficialidad. La llegada de una vieja amiga de la infancia, Cristina, propicia la revelación de un secreto que Nora había guardado para sí durante los últimos tiempos.
Años atrás, con su marido gravemente enfermo, Nora se vio obligada a pedir dinero a un oscuro personaje, Krogstad, para afrontar el coste del tratamiento de su esposo, pero a espaldas de éste, ya que jamás, por orgullo, podría haber aceptado la humillación de que su mujer le salvara contrayendo una deuda a título personal. Además, para hacer efectivo el préstamo, Nora, no sólo debió mentir a su esposo acerca de la procedencia del dinero, sino también falsificar la firma de su recién fallecido padre para que éste figurase como avalista en el contrato con Krogstad.
Hoy, a punto de satisfacer el último plazo del pago del préstamo, y con Helmer gozando de una envidiable posición social merced a su nombramiento como director del banco para el que trabaja, la trama viene a complicarse cuando Helmer, entre los despidos que planea ejecutar en su oficina, figura el de un empleado llamado Krogstad, es decir, precisamente el usurero del cual su mujer estaba a punto de librarse para siempre.
La irrupción del pérfido Krogstad en la trama comienza a amenazar el cándido y estrecho mundo de felicidad centrado en la sumisión a su marido y el cuidado de sus hijos en el que Nora había conseguido instalarse. El prestamista, chantajeando a Nora para que use su influencia sobre su marido con el fin de conservar su empleo, someterá a la mujer a una insoportable tensión en la que se verá acorralada entre un hombre vil, cínico y despiadado, Krogstad, y otro rígido, convencional y egoísta, Helmer.
A través de estas dos fuerzas masculinas que estrangulan, cada una a su manera, a la sacrificada Nora, la mujer terminará reaccionando para abrir los ojos y tomar conciencia de las mentiras sobre las que se había asentado su matrimonio. Un matrimonio en el que el hombre sólo piensa en el qué dirán, en su posición social y en su prestigio profesional. Y un matrimonio el que la mujer no es más que un adorno, un complemento que no debe desentonar y una muñeca de agradable visión con la que entretenerse puntualmente.
En la función a la que asistimos el sábado en el coqueto y elegante Teatro Circo murciano, Bramant Teatre planteó una puesta en escena sobria y depurada compuesta por tan solo tres elementos: un sofá en el centro, un pequeño acuario a la izquierda, y una modesta mesa-bar a la derecha. Con la misma sobriedad, el espacio escénico apareció cerrado al fondo por sendas cortinas translúcidas sobre las que se proyectarían diferentes imágenes, frases clave, y hasta conversaciones con personajes no presentes en la escena.
Dentro de esta puesta en escena podríamos destacar la representación simbólica, no sólo del acuario como metáfora del mundo de cristal en el que Nora vive encerrada, sino también de la escasez de elementos ornamentales como reflejo de la frialdad sobre la que está asentado el matrimonio protagonista. Asimismo, destacables también resultaron los efectos de las cortinas traslúcidas del fondo, que permitían adivinar y anticipar la presencia de determinados personajes a lo largo de la función, y del espectacular efecto de la lluvia cayendo sobre Nora con el que se abrió la obra.
En el plano musical, especialmente relevantes fueron las dos canciones que sonaron para ambientar y marcar el proceso de concienciación por el que atraviesa Nora durante la trama: La Bambola, de Patty Bravo (para ti yo soy solamente una bambola, con quien juegas tú…) y I am a cliché, de X Ray Spex (I´m a cliche, boredom…)
En cuanto a las actuaciones del elenco de actores, debemos reconocer el magisterio y la solvencia de unas interpretaciones que resultaron realmente impecables. Pero, si todos cumplieron con su cometido a la perfección dotando a sus personajes de alma y credibilidad, también es cierto que la pareja protagonista logró recrear con brillantez un conflicto lleno de matices escrito hace 136 años y conseguir presentarlo como una cuestión viva, actual y llena de fuerza ante los ojos de este público de principios del siglo XXI.
En definitiva, junto a los tres cuartos de público que aplaudieron largamente la culminación de la obra, nosotros, levantándonos de nuestra localidad y haciendo lo propio, no pudimos sino felicitarnos sinceramente por haber presenciado una representación tan correcta, animada y ágil de una obra tan exigente. Y así, con el íntimo deseo de que este teatro de la realidad, que denuncia la hipocresía y la mentira de la vida, nos ayude a dejar a un lado esa absurda lucha por el dominio en la que aún hoy parecemos seguir distraídos hombres y mujeres, terminamos abandonando el vestíbulo del Teatro Circo y saliendo a la calle Villar esperando vernos pronto en una nueva cita con el teatro.