Una vez resuelto, al menos de momento, el enigma del Trinquete, ahora sí estamos en disposición de continuar con nuestro trayecto a través del tiempo y el espacio teatrales. Como recordarán, nuestro camino había quedado detenido a la altura del reconstruido y recién inaugurado teatro del Toro, en el año 1640. Pues bien, a partir de este año, y a pesar de los recelos que sin duda tuvo que despertar en muchos, el Teatro del Toro pudo por fin dejar atrás su historia negra asociada a derrumbamientos y muertes, y cambiar así sus tragedias pasadas por las comedias venideras. De esta forma, desde 1640 el renovado teatro del Toro no volvió a ser noticia nunca más por ningún hecho desgraciado y, con sus reformas y reparaciones de rigor, pudo gozar de una larga vida hasta que se determinó su derribo en 1857, es decir, doscientos cuarenta y cinco años después de su primera inauguración.
Sentados en los bancos del teatro del Toro podríamos dejar volar la imaginación y tratar de recrear cómo sobre sus tablas desfiló la segunda mitad del siglo XVII, cómo después atravesó raudo su escenario de punta a punta el siglo XVIII, y cómo acabó bajando su telón para siempre el siglo XIX. Tres siglos en total, tres siglos contemplaron este mítico lugar, tres siglos y ahora es como si se lo hubiese tragado la ciudad. El tiempo no perdona, nunca deja de pasar, y nosotros, llevados por los vientos de los siglos, hemos pasado como en un suspiro al XIX sin noticias ni reseñas relevantes sobre la existencia de ningún otro teatro de importancia en Murcia.
Sin miedo a equivocarnos, podemos afirmar que el siglo XIX constituyó la época de mayor ebullición del teatro en Murcia. Casi a la vuelta de cada esquina se abría un pequeño teatro cada poco tiempo. Es cierto que a veces se abrían casi tan rápido como se cerraban, pero casi siempre tenían el mérito de haber sido impulsados por asociaciones de aficionados que trataban de cultivarse durante sus ratos libres y de ofrecer un espectáculo enriquecedor a sus vecinos. Además, junto a estas iniciativas particulares que cuajaron de teatros la ciudad, el Ayuntamiento por fin se decidió a realizar el gran teatro que necesitaba Murcia: el teatro de los Infantes, hoy Romea.
Para tratar de poner orden en nuestro recorrido por los teatros murcianos de este siglo XIX procederemos, como suele ser recomendable, comenzando por el principio, y siguiendo a grandes rasgos la estela marcada por el periodista Antonio Crespo. Pues bien, el primero de estos locales en abrir sus puertas lo hizo hacia 1850 y fue el teatro de la Cárcel Vieja, llamado así por estar ubicado en el interior de la antigua cárcel de la Santa Inquisición, es decir, entre las actuales calles Plano de San Francisco y Jara Carrillo, justo en el lugar en el que tiempo después se alzaría el palacio de Zabálburu, actual sede del colegio de arquitectos de Murcia. Este recinto teatral resultó improvisado e incómodo, y desarrolló una actividad escasa y esporádica. Además, dicha actividad vino a menguar más si cabe cuando comenzó la competencia con los nuevos teatros Provisional y del Puente, de los que hablaremos inmediatamente.
Panorámica actual del Palacio Zabálburu.
El teatro Provisional debió de abrir sus puertas en 1857, es decir, el mismo año que la ciudad derribó del vetusto teatro del Toro. El lugar que ocupó el recinto estaba situado en la confluencia de las calles Rambla y del Cura, las actuales Saavedra Fajardo y Selgas. El Provisional estaba dotado de palcos principales, plateas, butacas y sillones que le proporcionaban un aforo aproximado de quinientos espectadores. Sin embargo, pese a la estimable capacidad del recinto, el escenario siempre resultó algo pequeño, motivo por el cual ciertas obras se representaron mermadas en su puesta en escena. Hacia 1860 perdemos el rastro de este teatro Provisional, por lo que se cree que su actividad no debió de continuar mucho más allá de 1863 ó 1864.
Panorámica actual de la confluencia de las calles Saavedra Fajardo y Selgas, antiguas Rambla y del Cura, donde antaño se levantó el primer Teatro Provisional.
Entremedias del teatro Provisional y el del Puente debemos hacer una pequeña referencia al teatro del Liceo, un espacio que tenía más de salón de reuniones para amigos de la alta sociedad murciana que de teatro propiamente dicho. El local, del cual no hemos podido conocer su emplazamiento, comenzó su actividad escénica hacia 1857, como el Provisional, aunque las funciones fueron escasas y muy espaciadas en el tiempo. La última noticia que tenemos sobre una obra representada en este lugar es de enero de 1858, es decir, sólo un año después de iniciar su actividad teatral.
Como prometimos más arriba, toca ahora detener nuestro paseo histórico a la altura del teatro del Puente, o teatro de la Posada del Puente, un local que tuvo que ser muy pequeño y muy modesto. Dicho teatro se ubicó en el interior del edificio llamado Parador del Rey, nombre gracias al cual podemos situarlo fácilmente junto al puente de los Peligros, al comienzo de la actual avenida de Canalejas. Las primeras noticias que tenemos sobre su actividad teatral son de la navidad de 1858, periodo en el que comenzó a programar funciones en competencia con los mencionados teatros de la Cárcel Vieja y el Provisional. Las noticias sobre su función como teatro desaparecen en diciembre de 1861.
Panorámica actual del edificio Parador de Rey.
Llegados a estas alturas del siglo, 1862, toca encaminar nuestros pasos hacia la antigua plaza del Esparto, hoy Julián Romea, y detenernos en la contemplación del teatro que se alza frente a ella, el mejor y más grande que ha conocido Murcia, el teatro Romea. Sin embargo, para conocer de manera suficiente su historia debemos retroceder algunos años en el tiempo, ya que fue en torno a 1842, bastante antes incluso de la demolición del antiguo teatro del Toro (1857), cuando el Ayuntamiento comenzó las gestiones para adquirir los terrenos que ocupaba del ruinoso convento de Santo Domingo con la intención de construir sobre ellos un nuevo teatro. La idea de la Ciudad era edificar un teatro que estuviese al nivel de los mejores del país, y así lo atestiguan las condiciones bajo las cuales se sacó a concurso la construcción del coliseo en 1857: el teatro debería estar aislado y su fachada dar a la plaza del Esparto, tener una capacidad de entre 1.300 y 1.600 asientos, y ajustarse a un presupuesto de 640.000 reales. Dicho concurso fue ganado por el proyecto conjunto de Diego Manuel Molina y Carlos Mancha, arquitectos que iniciaron la construcción del nuevo teatro de inmediato.
Fotografía de 1862 tomada al Teatro de los Infantes
Las obras avanzaron rápidamente y desde el principio todos pudieron advertir la descomunal envergadura que iba a tener el nuevo edificio. Los 64 metros de largo, 37 de ancho, y 15 de altura, eran unas dimensiones nunca antes vistas en Murcia para un teatro. Cinco años más tarde del inicio de las obras, en 1862, el edificio fue terminado. La impresión que el nuevo coliseo murciano causó en los asistentes a su función de inauguración debió de ser muy grande: butacas de terciopelo grana; palcos y plateas de proscenio de carmesí con adornos dorados; antepechos, pilastras, recuadros y cornisas decorados con exquisitos bajorrelieves; medallones y bustos enlazados con ricas molduras a los costados; y, como no, la celebrada decoración del telón de boca y las pinturas del techo. La inauguración del local, que entonces se llamó teatro de los Infantes, se produjo el 26 de octubre de 1862 y contó con el aliciente de la presencia de la Reina Isabel II, que sólo dos días antes había viajado de Cartagena a Murcia en tren “inaugurando” así dicho ferrocarril.
…> Continuará en la próxima entrega, el martes, 18 de noviembre.--> Breve Historia de los Teatros de Murcia (IV)
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