Ovación cerrada
El pasado, jueves 29 de noviembre, se clausuró el III Ciclo Internacional de Órgano de Murcia. Los responsables de la organización y de la programación de dicho ciclo musical son el Cabildo de la Catedral de Murcia, la Asociación Amigos del Órgano y la Asociación Merklin. En pleno siglo XXI y en la época de las nuevas tecnologías es de agradecer que se oferten una serie de interesantes conciertos como estos, en los que se disfrute de un instrumento introducido por el Papa Gregorio Magno allá por el Siglo VI. Su influencia en las tonadas católicas fue tan importante que, desde entonces, pasaron a llamarse cantos gregorianos.
Para dar punto y final al Ciclo de este año, se ha contado con el organista murciano Alfonso Guillamón. Su experiencia avalada tras años de estudio y práctica se pone en justicia desde el momento que fue nombrado Canónigo, Prefecto de Música Sacra y Organista Titular de la Catedral de Murcia; en cuyos cargos sigue al frente.
Ha deleitado al público asistente con obras de Johann Sebastian Bach, Juan Bautista Cabanilles, César Frank y Leon Boellmann. Música barroca en un órgano sinfónico y románico; todo un reto para el músico intérprete. Ver tocar a Guillamón es un momento único, una experiencia que sólo se puede apreciar si se presencia su arte ante el órgano. Toca con las dos manos y los dos pies a la vez, demostrando una habilidad innata para realizar su labor. Y un extenso conocimiento de su apasionante trabajo.
Lirismo y grandiosidad en una ejecución perfecta con la que transmite lo más salvaje y veloz de Bach. Es capaz de sacar la cara más apaciguadora y suave al poner en sonido “Batalla imperial” de Cabanilles. Su forma de pulsar las teclas del órgano logra rememorar los años medievales mientras interpreta a Franck. Los sonidos más decimonónicos entremezclados con bandas sonoras típicas de las películas de terror de la productora inglesa Hammer es lo que sube por la espalda, como un sudor frío repleto de emoción y desasosiego al declamar con su instrumento las piezas de Boellmann.
A veces el sentido que llega a los oyentes es de pura tranquilidad y relajación, es en ese momento cuando encabalga sus manos, las mueve a gran velocidad; dejando notar una enorme concentración. Un halo de energía convertida en música es lo que se respira en el ambiente una vez acabado el concierto. No olvidar que, para poder ver cómo tocaba, se optó por poner una pantalla gigante en el altar, de ese modo se pudo disfrutar de su labor sin problema alguno de visión. Ovación cerrada para Alfonso Guillamón y comentarios de agradecimiento por su buen trabajo es lo que se oía entre la centena y media de asistentes que abarrotaron la Catedral.