Don Friolera pasea sus cuernos por el Teatro Bernal
Tal y como hizo hace un año con El retablo de las maravillas, este pasado sábado la Compañía Morfeo regresó al Teatro Bernal para volver a deleitar al público murciano presentando Los cuernos de don Friolera; adaptación de la obra de Valle-Inclán que se ha convertido en la pieza más reciente en incorporarse al estimulante catálogo de producciones que trabaja esta magnífica agrupación de actores burgalesa.
De este modo, ofreciendo una de las mejores entradas de la temporada, el coqueto coliseo de El Palmar se vestiría de gala para dar la bienvenida a la primera de las obras que conformarían, junto a Las galas del difunto y La hija del capitán, la célebre trilogía titulada Martes de carnaval en la que Valle-Inclán, observando a través de la óptica deformante del esperpento, desplegaría una devastadora crítica a la sociedad española de la época utilizando uno de los temas más recurrentes de nuestro teatro: el honor.
Así, cerrada por un amplio telón lleno de trazos negros que, como sombras desdibujadas, se recortarían sobre el fondo blanco, la escena, plagada de multitud de elementos y dominada por la llamativa estructura de un teatrillo de guiñol, parecería levitar sobre la luz de las candilejas que poblarían el proscenio del Bernal para crear una deliciosa atmósfera de ensueño por la que desfilarían, precedidos por don Estrafalario y don Manolito, la grotesca sucesión de personajes del drama valleinclaniano.
De esta manera, tras una fulgurante introducción en la que los actores mostrarían todo su arte para dialogar, cantar, reír y bailar juntos, súbitamente los personajes tomarían la escena convertidos en seres de trapo y carne humana para dar comienzo al drama. Así, transmutado en fantoche, el teniente Astete -don Friolera- aparecería solo en escena para recibir, lanzado y atado a una piedra, el mensaje en el que una pluma anónima acusaba a su mujer de adulterio.
A partir de entonces, el militar, convertido en títere más del miedo al qué dirán que de los celos, se sumergiría en ridículas y oscuras divagaciones acerca de cómo resolver el asunto de la forma más honrosa para él. Paralelamente, trasladando el foco de la acción teatral al domicilio conyugal, los espectadores serían testigos del cortejo al que, efectivamente, estaba sometiendo el barbero Pacheco a doña Loreta –esposa de Friolera- ante la atenta mirada de doña Tadea, la vieja beata y cotillona autora del anónimo.
Así, agitando alegremente los hilos que gobernaban la débil voluntad de don Friolera, serían sus propios vecinos y, sobre todo, sus camaradas del ejército los que presionarían al teniente para que lavara su honra –y la del cuerpo de carabineros, donde no había maridos cabrones- con la sangre de los amantes. Entonces, desarrollando la tragedia con elementos propios de la comedia, Valle-Inclán haría avanzar el drama retorciendo los caracteres de sus personajes como hacían los espejos del madrileño callejón del Gato con las figuras que lo atravesaban.
De la misma forma, vistiendo el drama con el reluciente envoltorio de la comedia y aplicándose con asombrosa precisión en el dibujo deformado de cada personaje, la compañía Morfeo Teatro volvería a ofrecer en Murcia un espectáculo de primer nivel en el que, junto a la inspiración en la adaptación y a la originalidad de la puesta en escena, brillaría un elenco de actores entre cuyas interpretaciones destacarían, especialmente, las de Mayte Bona y Mamen Godoy; actrices que con sus soberbias actuaciones señalarían y denunciarían el ciego crimen machista de don Friolera. Ciego crimen machista del que aún hoy son víctimas tantas mujeres en España.