"Ivan-Off" pasea su pena por el Teatro Circo
Este sábado, seducidos por la llegada a Murcia del “Ivanov” de Antón Chejov que, revisado por José Martret y Alberto Puraenvidia, vivió bajo el nombre de “Iván-Off” durante 358 funciones alojado en la madrileña Casa de la Portera, no dudamos en acudir al Teatro Circo para dispensar a tan célebre personaje el recibimiento que merecía.
Así, cruzando a través de las conversaciones, las esperas y las colas de última hora que a las 21:00h poblaban el amplio vestíbulo del coliseo de la calle Villar, tomamos asiento en nuestras localidades para observar una puesta en escena que, recreando el salón de una casa principal, aparecería cerrada al fondo por una gran pared decorada con decadente profusión de elementos entre los que destacaría, justo en el centro y sobre el hueco de una chimenea apagada, la inquietante pintura de una maja con cabeza y miembros de can.
Iniciada la acción, cómodamente recostado en un sillón y apoyados los pies sobre un escabel, contemplaríamos a Iván -el protagonista de la obra- leyendo con indolencia las páginas de un libro cualquiera mientras el pícaro Miguel -su primo- y el conde Mateo –su tío- paseaban, charlaban y reían con afectación tratando en vano de arrancar a Iván de su lectura y hacerle partícipe de sus pueriles y superficiales conversaciones.
Imperturbable sobre su asiento, Iván no solo habría de escuchar los comentarios despreocupados y divertidos de su primo y su tío, sino también los reproches del honrado, pero implacable, doctor Constantino, el cual le acusaría de ser el principal culpable del grave estado de salud en el que se encontraba Anna –su esposa-, con la que Iván tan solo llevaba casado cinco años. Sin embargo, lejos de defenderse de los ataques del médico, Iván acabaría confesando su responsabilidad y hasta reconociéndose indiferente.
De este modo, dibujado a grandes rasgos durante el primer acto el carácter de Iván mediante las breves conversaciones que sostendría no solo con Miguel, Mateo y Constantino, sino también con los comentarios que éstos realizarían sobre él, comenzaría a tomar forma ante nosotros el retrato de un personaje replegado sobre si mismo, fracasado en los negocios, acosado por las deudas, deprimido por la enfermedad de su mujer, aburrido por su situación social y quebrado por el peso de las ambiciones no satisfechas.
Ya en el segundo acto y tras un trágico diálogo en el que Anna suplicaría a Iván que se quedase con ella en vez de salir por la noche, el lugar de la acción se trasladaría a la mansión de los Leiva, a cuyas reuniones de sociedad se desplaza periódicamente Iván junto con Miguel y Mateo a fin de obtener mejores condiciones en el pago de la deuda que aquel tiene con los Leiva. Sin embargo, no sería en Silvia Leiva, la avara matriarca del clan, ni en Carlos, el esposo borracho y pusilánime de ésta, en quien Iván habría de encontrar comprensión, sino en la hija de ambos, la joven y hermosa Sara.
Más adelante, durante los dos siguientes actos de la obra de Chejov, seríamos testigos de cómo los tentáculos sociales y económicos que rodeaban a Iván le apretarían hasta convertirlo en un ser incapaz de intentar si quiera recuperar el pulso de una vida para la que creía ser, cumplidos los cuarenta, demasiado viejo. De esta manera, angustiado por un vacío existencial para el cual no iba a poder encontrar sentido, Iván optaría entonces por el estoicismo, por la ataraxia, por dejarse mecer por los acontecimientos hasta reunir la lucidez y el valor necesarios con los que encontrar, no una solución, pero sí una salida a su situación.
Así, como en otras obras de Chejov, en “Iván-Off” el dramaturgo ruso desarrollaría una potente crítica a la sociedad de su tiempo cuajada de deliciosos personajes cómicos, diálogos hilarantes y situaciones grotescas. Sin embargo, en esta obra, que además es una tragedia, tal crítica ofrecería la novedad de que sería articulada en torno a un personaje tan incomprendido y denostado como lo fue el propio Chejov durante buena parte de su vida –de hecho, hasta que un tal Stanislavski se cruzó en su camino-, para dar conocer los vicios, las miserias y las limitaciones mentales de una sociedad que era incapaz de reconocer o dar explicación a ningún mal humano que no estuviera relacionado directamente con la satisfacción de las necesidades más inmediatas relativas a la condición social o a la posición económica.
De esta manera, a la postre y mientras abandonábamos el Teatro Circo sumergidos en estas y otras reflexiones acerca de la obra, no nos quedó sino reconocer el magisterio que ha alcanzado una compañía -La casa de la Portera- que desde que iniciara su singladura allá por 2012 -precisamente, con la puesta en escena de este “Iván-Off”- ha ofrecido más de 400 representaciones del clásico de Chejov apropiándoselo con todo merecimiento para hacer de él, a pesar de las importantes dificultades que encierra, una pieza atractiva, viva y plenamente vigente.