La Guardia
El pop español reconquista el Auditorio Parque Fofó de Murcia

En la noche de ayer y ante las más de tres mil personas que llenaron el Auditorio Parque Fofó, recaló en Murcia la gira 2018 del Festival Locos por la Música; iniciativa promovida por la emisora Kiss FM con la intención de rendir homenaje, poner en valor y disfrutar de algunas de las bandas cuyas composiciones han servido para escribir las páginas más doradas de la historia de la música popular en España desde los años 80 hasta hoy.
De este modo, a las 21:00h y con todo listo sobre el escenario, los encargados de subir el telón de la velada al cielo de la noche murciana serían Danza Invisible; banda malagueña fundada en 1982 y encabezada por un Javier Ojeda que pronto dejaría clara su intención de reconquistar el mismo recinto que ya tomó hace dos años, con motivo del Festival Rock & Roll Star. Por tanto, con el carismático líder de Danza invisible saltando, corriendo, bailando, riendo y cantando -incluso entre el público-, el recital transcurriría como una exhalación alternando pop, reggae, ska y rock al son de canciones tan reconocidas como Por ahí se va, Catalina, Sabor de amor o El club del alcohol.
A continuación, a eso de las 22:00h, los siguientes en saltar al escenario del Fofó serían La Unión. Sin duda, uno de los grupos españoles que más éxito han alcanzado en su trayectoria, y no solo por vender más de dos millones de discos, sino, sobre todo, por haber logrado asentar en la memoria colectiva de varias generaciones temas tan recordados como Maracaibo, Sildavia, Ella es un volcán o Lobo hombre en París. Así, con Rafa Sánchez dominando la escena, los tiempos y ejerciendo a la perfección de maestro de ceremonias y cantante, La Unión brindaría un concierto de altos vuelos y cuajado de himnos en los que la electrónica estaría al servicio de la música, y no al revés.
Más adelante, pasando de las 23:20h, la noche -hasta entonces luminosa y agradable-, parecería tornarse aciaga y desapacible en torno a Carlos Goñi, líder de una banda –Revólver-, cuya actuación se encasquillaría hasta resultar fallida a consecuencia de ciertos problemas técnicos que el autor acabaría considerando insuperables cuando, tras cuarenta minutos de recital en los que no paró de evidenciar su contrariedad, abandonó súbitamente el escenario; eso sí, no sin antes preguntarse en voz alta si debería pedir perdón o dar las gracias al respetable.
Por suerte, justo entonces sería La Guardia -una de las bandas más fiables del panorama nacional- la que se haría con los mandos de la situación para reconducir la velada y volver a conectar con el público. Así, con la formación capitaneada por Manuel España interpretando sus siempre coreadas Mil calles, Blues de la Nacional II, El mundo tras el cristal o Cuando brille el sol con la intensidad y la precisión que merecía la ocasión, los asistentes se engancharían de nuevo al festival a tiempo para despedirlo cantando y bailando a golpe de pop, rock y country.
La Guardia brilla a la luz de la luna

Con las hogueras de San Juan aguardando al fuego a orillas del mar, tierra adentro y al calor de la fiesta popular, este sábado llegó hasta Santiago y Zaraíche la mítica banda granadina La Guardia dispuesta a incendiar sus fiestas patronales brindando esa preciada cosecha de éxitos que guardan en forma de canciones en el equipaje.
De este modo, ante un nutrido auditorio que abarrotaría la pérgola de la plaza de Santiago Apostol, sobre el escenario, la formación encabezada por Manuel España no tardaría en poner toda la carne en el asador cuando, poco después de arrancar su concierto, interpretaron Mil calles llevan hacia ti y Blues de la Nacional II. En rigor, dos celebrados temas que pondrían a bailar al respetable al son de ese pop-rock siempre ágil, fresco y pegadizo de La Guardia.
Así, con la banda mostrándose entregada y cómplice con el público en todo momento, el recital iría ofreciendo hitos como Vámonos o El mundo tras el cristal hasta cruzar su ecuador de la mano de dos delicadas baladas de aire country: Buena suerte señorita y ¡Oh! Nena. Entonces, afrontando la recta final de la velada, La Guardia echaría aún más leña a la caldera sacándose de la manga un trío de ases de la talla de Te seguiré, Me voy a esconder y Cuando brille el sol.
A continuación, haciendo sonar ya en el bis Otro fin de semana -primer sencillo de su último LP, “Por la cara”, editado en 2017- La Guardia concluiría entre aplausos pasada la medianoche un nuevo recital de altos vuelos en tierras murcianas que vendría a explicar por qué, tras más de treinta años de carrera, la estrella de esta fantástica banda granadina, lejos de apagarse, sigue brillando cada noche, cada fin de semana, con intensidad renovada.
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La Guardia, Coti y Alejo Stivel harán vibrar este sábado Las Torres de Cotillas

Espectacular velada, la que podrá disfrutarse este próximo sábado en Las Torres de Cotillas, hasta donde llegarán de una tacada nada menos que La Guardia, Coti y Alejo Stivel para celebrar por todo lo alto sus fiestas patronales y despedir a golpe de grandes éxitos el mes de agosto.
Así, a partir de las 22:00h en la céntrica Explanada Maestro Ángel Palazón y con acceso libre, los tres conciertos programados comenzarán a sucederse uno tras otro para hacer realidad un cartel de ensueño que, ciertamente, podría ser encabezado por cualquiera de los tres nombres que lo conforman.
La Guardia
Con Manuel España a la cabeza y procedente de Granada -cuna de artistas como Miguel Ríos y bandas como Los Ángeles, Los Módulos, 091, Los Planetas o Lori Meyers- La Guardia arribará a tierras murcianas con sus maletas de piel de country-rock cargadas de temas inolvidables para poner a cantar al público al son de los éxitos que acuñaron a finales de los años 80 y principios de los 90; como “Mil calles llevan hacia ti”, “El mundo tras el cristal”, “El blues de la Nacional II”, “No habrá más tardes”, “Me voy a esconder”, “Buscando un corazón”, “La carretera”, “Te seguiré” o “Cuando brille el sol”.
Coti
Avalado por su labor como instrumentista y compositor en el monumental Honestidad brutal, de Andrés Calamaro, el rosarino Coti Sorokín comenzó a ser conocido a este lado del Atlántico en 2002, cuando vio la luz su disco homónimo, Coti, que contenía, entre otras, “Antes que ver el sol” y “Nada fue un error”. Desde entonces y durante toda esa primera década del siglo XXI Coti se convertiría en un habitual de las listas de éxitos en España bien gracias a canciones cantadas por él mismo, como “Bailemos”, bien por piezas en las que el músico hablaba por boca de otros, como “Color esperanza” o “Te quise tanto”.
Alejo Stivel
Habiendo alcanzado hace décadas la categoría de mito de la música popular y habiendo sido considerado estrella del Rock prácticamente desde que nació, resulta difícil añadir algo que no se sepa de Alejo Stivel; cantante y líder de la legendaria banda hispano-argentina Tequila entre 1976 y 1983, y que ya a partir de los años 90 destacó como productor en discos de M-Clan, Joaquín Sabina o El canto del loco. Pues eso, que este sábado hará sonar en la explanada torreña himnos como “Rock & roll en la plaza del pueblo”, “Salta”, “Dime que me quieres”, “Me vuelvo loco”, Matrícula de honor”, “Quiero besarte”, “Necesito un trago” o “Nena”. Pues eso, casi nada…
Alejo Stivel, La Guardia y Coti ponen a prueba el brillo de sus estrellas en el Festival Torres del Pop y el Rock

Al calor de las fiestas patronales de la localidad murciana de Las Torres de Cotillas, este sábado 31 de agosto fue programado frente a su antiguo ayuntamiento el festival “Torres del Rock y el Pop”; evento que, conformado por los conciertos de Alejo Stivel, La Guardia y Coti, sería la gran apuesta torreña de este año para ponerle el broche de oro a su día grande.
Así, tras el desfile de carrozas y comparsas que convirtió las calles aledañas en un río de gozosa algarabía, el torrente festivo desembocaría, ya convertido en alegre remanso de expectación, en una Explanada Maestro Ángel Palazón que, a eso de las 22:30h, luciría bellamente decorada con guirnaldas de luces, presidida por el escenario del evento y flanqueada, a un lado, por puestos ambulantes y, a otro, por dos barras municipales, aunque, eso sí, escasamente dotada con un único aseo portátil para un aforo potencial de más de dos mil personas.
De este modo, con las manecillas del reloj acercándose a las 23:00h, el festival daría comienzo pisando fuerte el acelerador gracias a la salida en tromba con la que Alejo Stivel y su banda obsequiaron a los asistentes más puntuales. Y es que Stivel, mito viviente de la música popular española y estrella de rock and roll prácticamente desde la cuna, se afanaría desde el inicio de su actuación en tejer un espectáculo en el que no quedara cabo suelto siguiendo, en cuanto al repertorio, el siempre oportuno patrón de la alternancia entre lo consagrado y lo reciente.
En este sentido, arropado a su derecha por la imponente presencia artística de Julián Kanevsky, el legendario cantante de Tequila alternaría en su interpretación las siempre frescas y juveniles canciones de su histórica formación con una más que feliz selección de temas mucho más recientes que no vendrían sino a demostrar la buena salud creativa con la que, a sus 65 años, sigue contando el argentino. Así, mientras de las primeras sonarían, entre otras, “RNR en la plaza del pueblo”, “Matrícula de honor”, “Quiero besarte” o “Dime que me quieres”; de las segundas serían elegidas canciones como “París con aguacero”, “Yo quería ser normal” o “Yo era un animal”.
Ya en el bis, la banda lanzaría sus dos últimos ases sobre el tapete de la noche murciana, que parecería romperse cual baraja al ritmo de “Me vuelvo loco" y “Salta”, para terminar de rendir la plaza ante la figura de un Alejo Stivel agigantado que, por más que llevara una camiseta con la leyenda “Yo era un animal”, lo cierto es que, por suerte para los amantes del rock, lejos de conformarse con ser un grato recuerdo o un célebre productor, sigue siendo, y seguramente siempre lo será, un animal -escénico y musical- dispuesto a morder y devorar cualquier escenario, ya sea en un parque o un estadio, en un pabellón o en la plaza mayor de cualquier pueblo.
A continuación, tras operarse los pertinentes cambios sobre las tablas y con el reloj superando la medianoche, le tocaría el turno a la mítica banda granadina, La Guardia, quienes, capitaneados por Manuel España, llegarían a Las Torres reconocidos como uno de los conjuntos con mayor éxito, pero no del pasado, sino del presente, merced a un artículo publicado en el diario El País justo el día anterior donde se revelaba que en 2022 la formación brindó más recitales, 150, que en el año de mayor esplendor de su trayectoria, 1989, en el que no superaron los 121.
Así, convertidos en patrimonio nacional e impulsados por el mágico combustible de un repertorio incombustible que desde que fue editado no ha parado de sonar en programas de radio y televisión, bares y en toda clase de eventos y fiestas populares, La Guardia no tardaría en ejecutar, cual pelotón de fusilamiento de canciones, lo más granado de su carrera para hacer las delicias de un público entregado de principio a fin que no dejaría de cantar y corear las más míticas entre las míticas: “La carretera”, “Mil calles llevan hacia ti”, “Blues de la Nacional II”, “Vámonos”, “El mundo tras el cristal", “Te seguiré”, “ Me voy a esconder” o “Cuando brille el sol".
Sin embargo, quizá cansados por el número de galas de verano, quizá hastiados en la interpretación de un repertorio en exceso fosilizado o quizá lastrados por la baja en sus filas del carismático Jean-Louis Barragán, La Guardia ofrecería un concierto técnicamente correcto y satisfactorio en la elección de temas, pero sin alma ni garra, y en el que la formación acabaría acercándose demasiado a la calificación de banda-homenaje de sí misma; banda en la que su líder y cabeza visible, Manuel España, parecería satisfecho limitándose a ejercer más como director de coro y apuntador que como el cantante y la estrella que es y seguirá siendo.
Más adelante, escuchando de fondo las campanadas que anunciaban las dos de la madrugada, las luces inquietas y el humo creciente del escenario comenzarían a avisar de la inminente aparición sobre las tablas del reconocido cantante y compositor argentino, Coti Sorokin, con quien diez años después nos volveríamos a reunir en torno a un concierto suyo para dar cuenta de él, aunque, eso sí, con la incógnita por despejar tras tanto tiempo sin verlo en directo sobre el punto artístico en que se encontraría el de Rosario, de nuevo de gira por tierras murcianas.
De esta manera, empezando a resolver esa duda incluso antes de saltar a la escena con tan solo contemplar el despliegue de la nutrida banda de seis miembros por la que se haría acompañar y la contundencia con que comenzarían a aplicarse en la interpretación de los acordes de “Otra vez”, Coti dejaría claro desde los compases iniciales de su recital que la suya no iba a ser una visita más, sino una ofensiva musical abierta y sin cuartel cuyo objetivo no sería otro que el de la reconquista del público, y para la que no escatimaría en medios ni regatearía esfuerzos.
En consecuencia, poniendo en liza un repertorio cuajado de canciones que fueron éxitos a un lado y a otro del Atlántico, Coti y su portentosa banda de aspecto galáctico y sonido divino, ofrecerían un cuidado repaso a la trayectoria del cantante en la que composiciones como “Te quise tanto” lucirían revitalizadas gracias a los nuevos arreglos y a los cambios en la instrumentación. Además, siendo capaz de sumar a las ya conocidas “Andar conmigo” o “Lento”, nuevas piezas a la altura de aquellas, pero completamente distintas, como la inspirada y pegadiza “Porcelana china”, el argentino demostraría estar, como a mediados de la primera década del XXI, en plena forma.
Ya en la recta final y tras decir adiós con “Antes que ver el sol”, Coti regresaría para ofrecer un bis donde sonaron “Color esperanza” y “Nada fue un error”; sobre el primero, cabría decir que en la música himnos hay muchos, quizá demasiados, pero muy pocas son las canciones que alcanzan la categoría de oración, de entre ellas “Color esperanza” lo consiguió hasta el punto de ser cantada ante el Papa Juan Pablo II para que la elevara al cielo una multitud que la coreó tal como hizo el público de las Torres; sobre el segundo, “Nada fue un error”, que sería el tema ideal para ponerle el epílogo a una noche en la que el único error habría sido perderse semejante velada.
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