Dios los cría, y ellos se juntan
En pocas ocasiones podríamos utilizar este conocido refrán, que hace referencia a la inclinación natural que lleva a juntarse a los de un mismo genio y temperamento, con mayor pertinencia que para aludir a la unión de los tres grandes músicos que, sobre el escenario del pub Ukelele, tuvo lugar en la noche de ayer. Y es que cartel del concierto anunciaba: Emilio Chicheri, Santiago Campillo y Slim Gómez; casi nada al aparato... Por eso, ante semejante concentración de talento y maestría por metro cuadrado, nuestro lugar no podía estar en otro sitio que entre el público que se congregase en el local para captar y dar testimonio de todo lo que sucediera.
Así, bien pertrechados con nuestros artilugios y, definitivamente, listos para el blues, irrumpimos en el conocido pub del Polígono Oeste de Alcantarilla a eso de las 23:30h para observar, antes de nada, cómo la concurrencia, algo escasa aún, comenzaba a arremolinarse en torno a las barras y cómo los tres protagonistas de la cita departían, distendida y amablemente, con cuantos se acercaban a saludarles. Sin duda, todo un ejemplo de lo que siempre debería ser el ambiente previo a un concierto, y que anoche fue propiciado no sólo por la cercanía de los músicos, sino también por el respeto del público.
Unos treinta minutos más tarde, a eso de la medianoche, y ya con un auditorio bastante más nutrido, el espectáculo dio comienzo. Chicheri, flanqueado por las guitarras de Gómez y Campillo cantaba Salgo a buscarte ahora, un blues lento y melancólico que, a base de los magníficos punteos de los guitarristas, se iba hasta los ocho minutos para cautivar a un público enmudecido por la atención. A continuación el ritmo se fue a animar con la clásica El tren y la nueva Llévame otra vez a Menphis, cantada por Slim Gómez. Más tarde llegaría el turno de Santiago Campillo para poner voz al mítico tema Desconfío del argentino Pappo Napolitano con el que los tres músicos iban a cerrar lo que podríamos llamar el arranque del concierto.
A partir de entonces, comenzaron a sucederse los temas que habrían de componer el grueso del recital. Unos temas entre los cuales destacaron la graciosa Mi perro ricky y yo, la aclamada Ponme otro whisky, mañana te lo pago, la sinuosa Loco por ti, la arrolladora Mi guitarra y el blues, o una brillante versión de Jonnhy B. Good cantada en español por Campillo entre otras muchas. En definitiva, toda una colección de canciones a través de las cuales fuimos recorriendo algunos de los hitos más celebrados de las trayectorias de estos tres músicos de leyenda. Así, blues, blues, blues, rock and roll, swing, rockabilly y hasta tango fueron “desparramando acordes” para poner al público a cantar y a bailar durante las más de dos horas que iba a durar esta cita inexcusable.
Al final, entre las muchas reflexiones que nos podría haber dejado el espectáculo, nos quedamos charlando sobre lo que es el tan traído “triunfo” en la música. Sin duda, para los que tienen un concepto más profundo y personal de la música, el triunfo no es otra cosa que poder convertirla en una forma de vida y dedicarte a ella con todo el amor, la honestidad y la calidad que muestran músicos de la talla de Slim Gómez, Emilio Chicheri o Santiago Campillo. Tres talentos que, además, han sido pioneros en la adaptación de los ritmos del Blues, en el caso de Slim y Chicheri, y del Rock sureño americano, en el caso de Campillo, a la realidad española contribuyendo así al engrandecimiento y el enriquecimiento de nuestra cultura musical. Por todo esto, tuvimos que acabar concluyendo, una vez más, que el verdadero triunfo es el que cosechan cada día los que logran dedicarse en cuerpo y alma a aquello que aman trascendiendo la fama y la vanagloria que a tantos parece deslumbrar.
Quizá por esta mezcla de sensaciones tan positivas que experimenté durante el concierto, y quizá llevado en exceso por la animación del momento, ocurrió que me planté ante la barra y le dije confiadamente al barman: “póngame un whisky, mañana se lo pago”. Lo cierto es que no coló, al fin y al cabo no soy Slim Gómez, pero había que intentarlo…